lunes, 16 de julio de 2007

Encuentros "dimensionales" en fases extrañas...


No es muy usual que hoy día un hombre provisto de traje oscuro, bombín y paraguas en la mano observe tan fijamente un agujero en plena calle.
Desde luego tampoco es usual que a su vez otro hombre se fije en este primero y se coloque a su lado mirando el mismo agujero con aire circunspecto.
Tras haberse unido un repartidor, un mecánico, un hombre de negocios, un chico que hacía footing y dos policías que alarmados se acercaron ante la eventualidad de algún suceso, la paloma que se posó en el alféizar de la ventana vio que, como es usual, la frutera de la esquina tuviese curiosidad y quedase hipnotizada por tan extraña cosa.
De repente el agujero, como si iniciase un bostezo, se abrió un poco.
Un autobús de turistas paró allí mismo y todos bajaron a observar con sus pantalones cortos y sus cámaras de fotos... y el agujero creció un poco más, aunque todos permanecían en el borde inmóviles y mudos, alguno boquiabierto, mirando.
Un general fue hacia allí por no se sabe qué rumores que circulaban, y en cuanto encontró un hueco entre tanta gente, ya había más de quinientas personas, todas en silencio, se quedó perplejo observando.
En fin así todo el día. Para media tarde el agujero en plena madurez había llegado a un tamaño de estanque y no se veía el fondo. Aún así estaba totalmente rodeado de gente.
A todo esto pasó un ciego a duras penas chocando su bastón entre tanta pierna. Simplemente dijo extrañado “¿pero qué es esto?” y el agujero, dió un respingo, y se cerró. Con toda aquella gente dentro. Sin un grito. Sin un ruido. Como si nunca hubiese pasado.
El ciego siguió caminando un poco más, ignorante de todo ello, y tropezó con un hombre al que se le calló el bombín. No es muy usual que hoy día un hombre provisto de traje oscuro, bombín y paraguas en la mano tropiece con un ciego que lleva bastón en plena calle. El hombre del traje oscuro, recogió del suelo su bombín del suelo recibiendo la disculpa correspondiente pero, en lugar de contestar al hombre ciego, se quedó apoyado en su paraguas con una mano, la otra en el bolsillo de la chaqueta de su traje y se quedó observando fijamente un pequeño agujero que había allí, en plena calle.
El ciego simplemente se encogió de hombros y siguió su camino.

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